
Enfermedades del período de transición en vacas lecheras: monitoreo y prevención
Ing. Zoot. Eloy E. Salado, M.Sc., Dr. Cs. Agrarias. Área de Investigación en Producción animal, INTA EEA Rafaela
Med. Vet. Pablo Roskopf, Becario INTA-CONICET.
Se denomina período de transición al lapso de tiempo que se extiende desde las 3 a 4 semanas previas al parto hasta las 3 o 4 semanas posparto (Drakley, 1999).
Sin embargo, hay una tendencia a ampliar este período desde el secado hasta que se alcanza el pico de producción, generalmente a los 45-60 días de lactancia.
Debido a los intensos cambios fisiológicos, metabólicos e inmunológicos que se producen en las vacas durante este período, aumenta la susceptibilidad de las mismas a sufrir diversas enfermedades infecciosas y/o de base metabólico-nutricional (Bakshi et al., 2017), llamadas enfermedades del período de transición.
Bajo el término de enfermedades del período de transición, se incluyen a las clásicas enfermedades metabólicas como la hipocalcemia puerperal, la tetania hipomagnesémica, la cetosis/hígado graso y las enfermedades de los estómagos (acidosis ruminal, atonía ruminal, desplazamiento del abomaso), pero actualmente este término también incluye a un conjunto de afecciones clínicas y subclínicas como: dificultad al parto, retención de placenta, endometritis, metritis, afecciones podales y ciertos casos de mastitis, que tienen un alto grado de correlación con las primeras (Corbellini et al., 2009). Desde una perspectiva económica, los productores no sólo se enfrentan al costo de tratar a las vacas lecheras por enfermedades específicas del período de transición, sino que a menudo incurren en costos adicionales consecuentes. Por ejemplo, el ganado lechero que desarrolla hipocalcemia al parto presenta 7,2 veces más probabilidad de tener un parto distócico, 4,0 veces más probabilidad de padecer retención de placenta y 5,4 veces más probabilidad de manifestar casos clínicos de mastitis durante los primeros 90 días de lactancia (Curtis et al., 1985).
Del mismo modo, una vaca que experimentó un cuadro de cetosis subclínica en las primeras 2-3 semanas de lactancia, tiene 4 veces más posibilidades de presentar anestros prolongados, 11 veces más posibilidades de presentar quistes ováricos, 6,5 veces más posibilidades de presentar mortalidad embrionaria y 54 veces más posibilidades de repetir servicios (Grigera y Bargo, 2005).
Además de las pérdidas derivadas de las enfermedades clínicas, las pérdidas derivadas de enfermedades subclínicas presentes en el resto del rodeo, junto con las consecuencias perjudiciales comprobadas para el comportamiento reproductivo, la salud de las pezuñas y la salud de las ubres, hacen que la prevención de estas enfermedades sea de suma importancia por motivos económicos y de bienestar animal (Mulligan et al., 2006).
Según un seguimiento realizado en 30 tambos de las principales cuencas lecheras del país (programa CLAVES), el tambo promedio de la población relevada con una prevalencia promedio de estas patologías, tendría un lucro cesante anual de alrededor de U$S51000 (Corbellini et al., 2008). 2 Para contribuir al objetivo del Programa Leche del INTA respecto al crecimiento del rodeo, resulta indispensable reducir la prevalencia de las enfermedades del período de transición y proponer pautas de manejo que sean efectivas para reducir los factores de riesgo.
En este artículo se presenta un enfoque práctico, a nivel de explotación lechera, para prevenir y monitorear las enfermedades del período de transición basado en el uso de óptimas estrategias nutricionales y de manejo. Este enfoque preventivo y de monitoreo se ha subdividido en 3 áreas claves: balance energético negativo, hipocalcemia puerperal y salud ruminal.
Balance energético negativo
Durante el primer tercio de la lactancia, las vacas lecheras de alto potencial de producción presentan un balance energético negativo como consecuencia de una capacidad de ingestión limitada y de los elevados requerimientos para producción de leche.
Esta situación se agudiza en sistemas de producción de leche basados en el pastoreo directo de pasturas y verdeos de alta calidad, ya que el consumo de energía metabolizable (EM) es el primer factor limitante para la producción de leche en regímenes pastoriles (Kolver y Muller, 1998).
En estas condiciones, la vaca obtendrá la energía extra necesaria, movilizando sus lípidos corporales de reserva, lo que representa a su vez una manifestación de su mérito genético para producción de leche. Dicha movilización es mayor a medida que aumenta el potencial de producción de la vaca y, ante una lipomovilización excesiva, el riesgo de problemas metabólicos (cetosis, hígado graso) y de problemas reproductivos, aumenta (Gagliostro y Chilliard, 1992).
Hígado graso y cetosis subclínica
Los bajos consumos de MS que caracterizan el período de transición, conducen a un déficit energético seguido de una disminución de los niveles de glucosa e insulina en sangre que estimulan la movilización de grasa corporal, aumentando la tasa de lipólisis y la circulación de ácidos grasos no esterificados (AGNE) como fuente alternativa de energía.
El tejido hepático tiene cierta capacidad de metabolizar esta sobre-oferta de AGNE, ya sea por oxidación completa a dióxido de carbono, oxidación parcial a cuerpos cetónicos o por re-esterificación y exportación de los triglicéridos neoformados al torrente sanguíneo (Corbellini et al., 2009).
Sin embargo, la capacidad de oxidación completa es limitada y, en los rumiantes, la velocidad de exportación de los triglicéridos es baja.
Por lo tanto, en períodos de alta movilización de reservas, la formación de cuerpos cetónicos (acetona, ácido aceto-acético y ácido β-hidroxibutírico) y la acumulación de triglicéridos determinan que los bovinos sean susceptibles a sufrir hígado graso y cetosis.
Las vacas de alta producción y sobrecargadas de grasa son las más propensas a sufrir este síndrome cetósico.
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Fuente: INTA-CONICET