
El perro en el descubrimiento y conquista de América.
Cnel Vet (R) Gregorio Daniel Brejov
Los perros que Cristóbal Colón encontró en América eran los que habían penetrado supuestamente en el continente por el estrecho de Behring, aunque todavía se discute si lo hicieron solos o acompañando a hombres.
En su Diario del primer viaje, Colón citó que encontró perros que no ladraban. Gonzalo Fernández de Oviedo, militar, escritor, cronista y colonizador español (1478-1557), coincidió con Colón y en su obra Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del mar océano, relató acontecimientos sucedidos entre 1492 y 1549: “Bestias de cuatro pies no vieron, salvo perros que no ladran.
Eran todos estos perros aquí en esta o las otras islas, mudos, e aunque los apaleasen o matasen, no sabían ladrar, algunos gruñen o gimen cuando les hacen mal”. Además hablo de Bencerrillo, un perro de raza alano español, diciendo que diez soldados con “Bencerrillo” se hacían temer más que cien soldados sin el perro. Por ello tenía parte en los botines, recibiendo una paga como la de un soldado.
Los indígenas generalmente tenían a los perros que encontraron los españoles como compañía, en algunos casos participaban en ceremonias y sacrificios religiosos y también servían de alimento. A diferencia de los canes que trajeron los españoles, no eran empleados en combate ni en peleas de entrenamiento.
Los españoles llegaron con perros alanos, descendientes de los molosos, a partir del segundo viaje de Colón. Estos animales causaron verdadero estupor en los indígenas al compararlo con sus perros, mucho más débiles.
Para los conquistadores, sus perros se convirtieron en instrumentos de enorme utilidad en el cumplimiento de los fines de su empresa, eran cazadores para procurar alimentos, guardianes de propiedades, soldados de combate y verdugos insensibles ejecutores de sentencias y castigos contra los indígenas. Desde el punto de vista militar, los perros cumplían prevención defensiva, en las que dispuestos como verdaderos centinelas eran capaces de avisar los ataques por sorpresa y alertar emboscadas en terrenos peligrosos para el desplazamiento español; agresión de vanguardia.
En los enfrentamientos con los indígenas eran empleados como fuerza de choque y represión en los actos de rebeldía.
Colón utilizo estos perros en las primeras campañas represivas en Jamaica y La Española en 1494 y 1495 y su hermano Bartolomé, en una batalla contra los indígenas en la isla La Española en 1495, empleó 200 hombres, 20 caballos y 20 perros.
También Hernán Cortés (1486-1547) en la conquista de México en 1519 (Los perros de Hernán Cortés fueron inmortalizados por los indígenas que los retrataron en las famosas telas de Tlaxcala); Francisco Pizarro (1478- 1541) en la del Perú en 1532; Juan Ponce de León (1460-1521) en la de Puerto Rico en 1509; Pedro Arias Dávila, alias Pedrarias (1468-1531) en Nicaragua 1513 y Hernando de Soto (1496-1592) en 1539 en la Florida (EEUU) emplearon perros.
El apareamiento o emperramiento era un método cruel e inhumano que se aplicaba a los indígenas que se encontraban culpables o se presumía de ellos de diferentes delitos, rebeldía, negarse a colaborar con los conquistadores y en los casos de homosexualidad. Hay que destacar, que este procedimiento no había sido ideado por los españoles, ya existía en tiempo de los visigodos en que era aplicado en varias partes de Europa y también en el Imperio Romano como espectáculo en los circos.
Consistía en que el o los reos, a los que se les daba solamente un palo para su defensa, eran enfrentados con una jauría de perros hambrientos, porque habían sido privados de comida. Demás está decir que todo terminaba con la muerte debido a los mordiscos recibidos, siendo devorados muchas veces por los animales.
Bibliografía
Carreras Faustino F., “Una amistad natural, la del hombre con los animales”. Eude2015
Fuente: Ciberboletín Nro 106 de la Asociación Argentina de Historia de la Veterinaria (ASARHIVE)