
Rabia, Una zoonosis muy antigua.
CR Vet (R) Roberto Rufino Caro
Introducción
De acuerdo a lo planteado por la OMS y la OPS, la “rabia” es una enfermedad zoonótica milenaria, cuyo agente etiológico ataca al sistema nervioso central, causando una encefalitis con muy alta letalidad. También se la conoce como “hidrofobia”.
Es producida por un virus ARN del género Lyssavirus y de la familia Rhabdoviridae. Aunque en principio todos los animales homeotermos pueden ser infectados por el virus de la rabia, la sensibilidad de las aves es muy atenuada.
El virus provoca en ellas una enfermedad pasajera después de la inoculación intracerebral por lo que la misma no existe en la naturaleza. En los mamíferos una vez declarada la enfermedad, siempre es fatal, pero existen importantes variaciones de sensibilidad o de virulencia. El perro, el zorro, los murciélagos y otros animales, son extremadamente sensibles a la rabia y constituyen los reservorios del virus, lo que plantea importantes problemas epizootiológicos y epidemiológicos.
Los roedores no representan un peligro porque generalmente no desarrollan la rabia furiosa, sino la forma paralítica.
La rabia a lo largo de la historia La rabia, es una enfermedad muy antigua presente en la historia, la literatura y la medicina y tal vez sea tan antigua como la propia humanidad.
Tres mil años a. C., ya se encontraba la palabra “rabia” en la lengua sánscrita en donde “rabhas” significa “agredir”. La palabra griega “lyssa” deriva de la mitología griega, donde Lyssa o Aucma era una diosa o espíritu de la rabia, la furia, la locura furiosa o el frenesí, y así era llamada en la antigua Grecia. Los romanos la denominaron con el término latino rabere que quiere decir rabiar.
La primera descripción de la enfermedad se remonta al siglo XVIII a. C., en el código de Eshunna de Babilonia. Aquí, en las leyes de la ciudad estado Sumeria se escribía que “si un perro enfermo (de rabia) muerde a un hombre y le causa la muerte, el dueño deberá pagar dos tercios de una mina de plata, es decir 40 cuarenta shekels. Si muerde a un esclavo y muere por esta causa deberá pagar 15 quince shekels”. (shekels o séquel continúa siendo la moneda de Israel).
Vemos entonces que, desde la antigüedad ya se había establecido la relación entre la rabia humana con la mordedura de animales, especialmente perros. También hay quienes identifican a la rabia en el código de Hammurabi (1792-1750 a.C.) entre las maldiciones de aquel que no respetaba sus leyes.
En las civilizaciones como la egipcia, que se desarrollaron en las márgenes del río Nilo, la rabia que era considerada “un castigo de los dioses” ocasionó innumerables muertes.
También en Asia Oriental, en las poblaciones que se asentaron en las orillas del río Indo (China, India, Pakistán) y en el Imperio Romano se presentaba frecuentemente, lo que aterrorizaba a los pobladores de muchas aldeas. En Grecia, los filósofos presocráticos, Demóstenes y Epicarmos llamaron a la rabia “lyssa” (locura) y creían que era ocasionada por gusanos que invadían el cuerpo desde debajo de la lengua. También Plinio y Ovidio creían esto y además decían que si se cortaba el frenillo de la lengua del perro y se extirpaba un pliegue en el cual podía estar el gusano, se impedía la enfermedad. Esta creencia perduró hasta ya entrado el siglo XVIII d. C., gracias a los descubrimientos de Louis Pasteur y su enunciado de la causa germinal de las enfermedades infecciosas. Homero en “La Ilíada” (700 años a. C.) califica a Héctor como “perro rabioso” (Aquiles así lo llamaba). Demócrito (500 años a. C.) también cita a la rabia canina y humana, apuntando que se trata de una inflamación de los nervios, así como Aristóteles (384-322 a. C.) aunque este no creía en la transmisión del perro al hombre pues decía que la rabia produce locura, y cuando el animal muerde, todos los mordidos a excepción del hombre se ponen rabiosos.
Plutarco (46-120 d. C.) destaca el papel del perro y menciona el paso de la enfermedad desde este canino a caballos, vacas y zorros. También Apuleyo (130 d. C.) cuenta en las “Metamorfosis” de un perro rabioso que había mordido a otros animales y a personas, cuya mordedura emponzoñada había transmitido la rabia. Galeno (181-210 d. C.) aconsejaba la exéresis quirúrgica de la herida causada por la mordedura para atajar el mal. Otras noticias aparecen en las obras griegas “Geopónica, Hippiatrika, etc.”, en la “Mulomedicina Chironis (350-400 d. C.) y en “Ars Veterinaria” conocida también como “Mulomedicina de Vegetio”.
En el Imperio Romano se empleaba el término latino rabere que significa “rabiar” para llamar a la enfermedad. Celsus, un médico romano en el año 30 de nuestra era, proporcionó una descripción detallada de la enfermedad y recomendaba la aplicación de ventosas para extraer el veneno, la cauterización con hierro caliente o sustancias cáusticas de la herida, diversos tipos de baños, beber vino por considerarlo antídoto de muchos venenos, enemas, escarificaciones, sangrías, etc. Además, señala si alguien es mordido por un animal rabioso y no recibe tratamiento rápidamente, tiene muy escasas posibilidades de sobrevivir, por lo cual también recomendaba la sección inmediata de los tejidos mordidos. Aureliano (214-275 d. C.) fue el primero en señalar a la hidrofobia en el hombre como un signo y síntoma importante de la rabia.
Vemos que la lucha contra la rabia tiene muchos siglos de antigüedad, a lo largo de los cuales fueron innumerables los métodos empleados para combatirla, con no buenos resultados. A raíz de ello, frente a esta impotencia de médicos, cirujanos y boticarios, representantes oficiales de la medicina tradicional, aparecieron los curanderos-hechiceros, que ofrecían diversas y variadas alternativas para tratar de curar esta enfermedad, también por supuesto sin alcanzar su propósito.
En el año 1198 Maimónides (Moisés ben Maimón 1138-1204) escribió en su tratado sobre venenos y antídotos que “todo en la literatura contra la mordedura de un perro loco es útil, solo cuando se aplica antes de que se desarrolle la rabia. Cuando este es el caso, aún no he visto a nadie que haya escapado con vida”.
En Europa Occidental, el primer gran brote de rabia se describió en Francia en el año 1271, cuando una villa fue atacada por lobos rabiosos.
En el año 1546 el médico italiano Girolamo Fracastoro (1483-1.553) describió detalladamente la rabia en el hombre (entre muchas otras enfermedades), y enunció que hay padecimientos específicos de algunas especies y otras que son comunes a varias.
El aumento de la población de perros como consecuencia del crecimiento de las ciudades, originó la propagación de la enfermedad entre los siglos XV y XVIII. En el año 1500 España estaba asolada por la rabia canina, la ciudad de París en el año 1614, y así casi toda Europa Central. Con el surgimiento de la rabia canina en Londres, entre los años 1752 y 1762 se ordenó el sacrificio de todos los perros callejeros, que incluyó la paga de una recompensa por animal muerto, originando una masacre de estos animales. También esta práctica se llevó a cabo en otras ciudades europeas, como Madrid donde mataban hasta 900 perros por día.
En Inglaterra en el año 1779, no era permitido que los pobres tuvieran perros. Además, casi toda Europa padeció epizootias de rabia ocasionadas por zorros, entre los años 1804 y 1830, siendo estos animales los difusores de la rabia en el sur de Alemania y Suiza. También los lobos transmitían la enfermedad en países como Ucrania y Rusia.
El miedo a la rabia y a su método de transmisión y la ausencia de tratamiento eficaz, se había vuelto irracional. Las personas mordidas por perros sospechosos de padecer rabia, se suicidaban o en ocasiones eran sacrificadas.
En Francia, en el año 1810, se dictó una ley concebida en estos términos: “Bajo pena de muerte, prohíbase estrangular, asfixiar, desangrar por las cuatro extremidades o matar de cualquier otra manera a las personas atacadas de rabia, hidrofobia, o cualquier otra enfermedad que provoque accesos de convulsiones o locura furiosa. Corresponde a la policía y a la familia de las víctimas, tomar precauciones para proteger la salud pública y la particular.” Países como la India, Pakistán, Filipinas, Tailandia, Indonesia y Vietnam, presentaron hacia fines del siglo XIX, fuertes brotes de rabia en perros que la transmitían a la población.
En el continente americano el problema comenzó cuando los conquistadores españoles e ingleses pisaron las costas del nuevo mundo, pues ellos trajeron animales infectados, particularmente perros. Sin embargo, datos históricos señalan que la rabia en América ya existía, y que los vampiros, cuya presencia se detectó en vastas zonas del nuevo continente, eran la causa de transmisión del padecimiento a animales y al hombre, según datos de las crónicas de los conquistadores en los años 1514 y 1527, principalmente en tierras mejicanas.
Progresivamente la rabia se fue propagando a todo el continente y para fines de 1719 ya había cobrado víctimas humanas en Las Antillas, así como en la isla de Barbados en 1741.
En Perú en el año 1803 se desató una violenta epidemia que causó la muerte a cuarenta y dos personas en la ciudad de Ica, localizada al oeste de ese país. Los apuntes de Charles Darwin en el año 1835 publicados en su documento de observaciones y notas sobre sus viajes, describen la existencia de rabia en los valles de Chile. A principios del siglo XX (año 1905), se describió en Perú que el coyote es otro animal que puede transmitir la rabia. En 1910 en México se informa que se presentaron casos de rabia en bovinos transmitida por murciélagos y otros animales silvestres. Desde 1911 hasta 1918 se registraron fuertes epizootias de rabia a partir de mordeduras de murciélagos en Brasil, de igual manera en Paraguay, Argentina, Honduras, Isla Trinidad, Guatemala, Bolivia, Colombia, Panamá y México. La Vacuna Antirrábica.
Louis Pasteur y otros investigadores.
La naturaleza infecciosa de la rabia se fue estudiando ya a comienzos del siglo XIX. Es así que se demostró la virulencia de la saliva del perro y otros carnívoros, (Gruner, Berndt, Magendie, Hertwig), en los herbívoros (Berndt, Brechet, Rey) y en el hombre (Magendie y Brechet).
Las investigaciones más importantes son las que se refieren a la localización nerviosa del virus rábico (Brown-Séquard, Duboué, Boerhave, Jaccoud) y la contagiosidad de la enfermedad.
El médico alemán Georg Gottfried Zinke (1771-1813) en el año 1.804 inoculó por primera vez la rabia de un perro enfermo a otro sano, pincelándole una herida con la baba (saliva) del primero.
El médico veterinario francés Víctor Galtier (1846-1908), quien era profesor de Enfermedades Infecciosas y Policía Sanitaria, de la Escuela de Veterinaria de Lyon, realizó importantes aportes para el conocimiento de este padecimiento. Entre los años 1879 y 1881 demostró la presencia del agente infecciosos en las glándulas salivales y en consecuencia en la saliva del perro y con ésta inoculó a conejos, provocándoles la enfermedad, lo que le permitió comprobar el período de incubación y como éste iba reduciéndose a través de sucesivas inoculaciones, lo que lo situó en el camino de la vacunación.
Esta práctica inmunológica la ensayó en ovejas y cabras, con inyecciones intravenosas del material virulento, incluso cuando los animales habían sido mordidos. Si bien Galtier no tuvo éxito en sus trabajos allanó el camino de Louis Pasteur, por ello diría Nicolle, “Pasteur contaba pues con una sólida base de partida, y la vía a seguir parecía consistir en el perfeccionamiento de la técnica que había utilizado Galtier”.
El profesor Pierre Lépine aseveró que es Galtier el que sin duda abre el camino a la experimentación moderna, sistemática y racional en rabia, por lo cual es considerado el pionero en la inmunización antirrábica. En el año 1907, Víctor Galtier fue propuesto por el Karolinska Institutet de Estocolmo, para el Premio Nobel de Medicina. Se había acordado entregarle el premio, pero falleció el 24 de abril de 1908 (a los 62 años) y como el premio no puede ser otorgado a título póstumo, el mencionado premio Nobel fue otorgado a Ilya Mechnikov y a Paul Ehrlich, por sus pioneros trabajos en inmunología.
En el mes de diciembre del año 1880 el químico francés Louis Pasteur (1822-1895) y su equipo, los doctores Charles Chamberland, Emile Roux y Louis Thuillier, comenzaron a estudiar la rabia. Tras experimentar con la saliva de animales afectados, Pasteur llegó a la conclusión de que la enfermedad residía en los centros nerviosos. Nunca había conseguido observar al microscopio al agente infeccioso, y por más esmero que ponía en las tinciones de los humores y tejidos, éste nunca aparecía.
Cuando comenzó su trabajo lo que Pasteur buscó fue un modelo de infección confiable en el laboratorio. Necesitaba una cepa de referencia con la que trabajar, y un modelo de infección reproducible, lo cual era una tarea difícil.
En principio Pasteur depositó de una forma muy cuidadosa, muestras de tejido nervioso infectado, directamente sobre la duramadre de un perro previamente trepanado. Así se aseguraba la infección y se conseguía reducir los tiempos de aparición de los síntomas. El animal desarrolló la enfermedad catorce días después. Posteriormente decidió trabajar con conejos a los cuales les inoculaba el material nervioso infectado, y una vez desarrollada la rabia, utilizaba su médula espinal para inocular a otros conejos. Tras varios pasajes el virus había reducido notablemente el período de incubación, lo cual era síntoma de un aumento de su virulencia. Al cabo de veintiún pasajes consecutivos, los síntomas aparecían a los ocho días de la inoculación, y ya no bajaban de esa cantidad de días. Es decir que había fijado la virulencia del virus en ocho días, por lo cual lo llamó “virus fijo” a diferencia del virus que se encontraba en la naturaleza, que es de virulencia variable.
Entonces comenzó a trabajar para producir una vacuna. Gracias a uno de sus colaboradores, el Dr. Roux (médico francés Pierre Paul Emile Roux, 1853-1933) descubrió que la forma apropiada de debilitar al virus y quitarle su virulencia, era la desecación de las médulas de los animales infectados. Este procedimiento presentaba además una característica especialmente interesante para Pasteur, que era que la reducción en la virulencia, resultaba gradual y proporcional a los días de desecación. Mediante las inoculaciones seriadas de médulas secas a perros, Pasteur consiguió una veintena de estos animales resistentes a la rabia. Las inyecciones se hacían diariamente y cada día se administraba una médula con un período de desecación menor, hasta llegar a las médulas más virulentas, aquellas que habían permanecido en el frasco por uno o dos días.
En el mes de julio del año 1885 se le presentó a Pasteur el caso de Joseph Meister, un pastorcito de nueve años de edad, que había sido mordido en varias partes de su cuerpo por un perro rabioso en una aldea de Alsacia, Francia. El médico del lugar, Dr. Weber, temió por su vida y decidió enviarlo a París, para que lo examinara el prestigioso científico. El niño, acompañado por su madre (Marie Angélique Meister) y el dueño del perro, (Théodore Vone) llegaron por la mañana al laboratorio de Pasteur, quien quedó impresionado por las múltiples (de doce a catorce) heridas profundas que el niño mostraba en sus manos y piernas, por lo cual supo que tenía amplias probabilidades de desarrollar la rabia e iba a morir sin ninguna duda.
Pero como Pasteur no era médico, y si lo trataba con una vacuna que no había sido probada aún en el hombre, le podría acarrear un serio problema legal, por lo cual pidió a la madre del niño que regresara a la tarde, mientras el consultaba con sus colegas que decisión iba a tomar con su paciente. Es así que Pasteur consultó con los doctores Alfred Vulpian y JacquesJoseph Grancher, quienes lo apoyaron en efectuar el tratamiento de su vacuna antirrábica en el niño Meister.
El día seis de julio, Pasteur comenzó a administrar (en realidad las inyecciones las aplicaba el Dr. Grancher) diariamente una inyección subcutánea de médula desecada, y que era menos atenuada en cada sucesiva inoculación. El día 16 de julio se aplicó la última inoculación que era una cepa muy virulenta, obtenida de una médula de un perro. El niño no enfermó de rabia. A Pasteur le daría tiempo para realizar otra prueba de su tratamiento. Esta vez sobre un pastor de quince años de edad llamado Jean Baptiste Jupille, en el mes de octubre de ese año (1885).
El éxito alcanzado en estos tratamientos antirrábicos se extendió, primero en Francia y luego en toda Europa y el resto del mundo, en consecuencia, centenares de personas mordidas por perros rabiosos, acudían a París para que Pasteur les administrara su vacuna.
Un grupo de campesinos rusos que probablemente iban a enfermar de rabia tras ser mordidos por lobos llegaron a París en busca del ansiado tratamiento. Pasteur salvó la vida de la mayoría de ellos, y Alejandro III, zar de Rusia lo recompensó con cincuenta mil rublos de oro.
Según la palabra del propio Pasteur, de 1.235 personas vacunadas en ese año (1885), únicamente hubo fracaso en tres ocasiones. El día primero de marzo del año 1886, Pasteur expuso ante la Academia de Ciencias de París, los resultados obtenidos en la profilaxis de la rabia.
Además, comunicó que el viejo laboratorio de la calle Ulm, en pleno Barrio Latino de París, resultaba muy pequeño para continuar trabajando para la prevención y tratamiento de esta terrible enfermedad, por lo cual solicitó la creación de un Establecimiento a tal fin.
Este pedido contó con la aprobación de la Academia, y se abrió una suscripción pública nacional e internacional, pudiéndose reunir satisfactoriamente el dinero para la creación de un Instituto que lleva con honor el nombre del sabio y que fue inaugurado el catorce de noviembre de 1888.
Hecho conmovedor fue, al leer la lista de donantes, el pequeño Joseph Meister contribuyó con un franco y su padre con diez francos. Siendo adulto, Meister sirvió como vigilante en el Instituto Pasteur hasta el día de su muerte, el 16 de junio del año 1940 cuando tenía sesenta y cuatro años de edad. Según se cree en ese año durante la ocupación alemana de París, en la segunda Guerra Mundial, resistió a la entrada de los hombres de la Wehrmacht en la cripta de Pasteur. Como no pudo impedirlo, sumado al desaliento causado por la invasión del ejército alemán a Francia, y que había enviado a su familia fuera de su patria y temía no volver a verlos, se marchó a su casa y se suicidó. En el año 1903, el médico italiano Adelchi Negri (1876-1912), auxiliar de patología en el laboratorio de Camilo Golgi, describió cuerpos de inclusión con características tintoriales específicas, en el citoplasma de las neuronas de perros, gatos y conejos experimentalmente infectados con el virus de la rabia. Estos cuerpos de inclusión son considerados patognomónicos de la rabia. Tienen un tamaño de 0,25 a 2,7 micrones, y en cuanto a su tinción son eosinófilos, con pequeños gránulos basófilos en su interior. Se encuentran especialmente en las neuronas piramidales del asta de Amón (en el hipocampo) y en las células de Purkinje del cerebelo, aunque también en el bulbo raquídeo y las neuronas de las glándulas salivales, la lengua y otros órganos.
El hallazgo fue presentado en una reunión de la Sociedad MédicoQuirúrgica de Pavia. Negri consideró a estos cuerpos de inclusión como el propio agente causal de la rabia, pero identificándolos como protozoarios a los que llamó Neurocystes hydrophobiae. Sin embargo, ese mismo año Paul Remlinger y Rifat-Bey Frasheri en Constantinopla, e independientemente Alfonso di Vestea en Nápoles, demostraron que la rabia está causada por un virus, debido a que las suspensiones mantienen su patogenicidad aún después de haber sido sometidas a un proceso de filtración por filtros Berkefeld y Chamberland. Los corpúsculos de Negri son inclusiones citoplasmáticas donde se concentran las proteínas virales, ácidos nucleicos y factores celulares para la replicación y ensamblaje de los virus y significaron un gran avance en el diagnóstico de la rabia, y su detección fue usada por mucho tiempo, hasta el desarrollo de métodos más modernos de diagnóstico.
En el Instituto Pasteur de París se aisló el agente infeccioso de los nervios de humanos y de animales, sugiriéndose que esta es la ruta por la cual el mismo viaja al sistema nervioso central. No fue hasta el año 1962, cuando Seiichi Matsumoto, observó con el microscopio electrónico por primera vez el virus de la rabia en el tejido nervioso de ratones inoculados intracerebralmente, con una suspensión de material infeccioso con el virus. Las partículas virales observadas por Matsumoto, tenían forma de bastoncillo o bala. En base a estudios ulteriores, también con microscopio electrónico, se ha clasificado al virus de la rabia entre el grupo de los rhabdovirus, conjuntamente con otros virus de animales y plantas. (rhabdo- viene del griego, rhabdos que quiere decir “bacilo”).
Con respecto a la profilaxis de la rabia, en la actualidad existen muchas vacunas, desde las clásicas hasta las más modernas, conseguidas utilizando técnicas de ingeniería genética. Hay cuatro aspectos a considerar en la elaboración de las vacunas antirrábicas: La cepa del virus rábico El sustrato utilizado para conseguir la multiplicación del virus Los métodos de inactivación o atenuación La inclusión de adyuvantes de la inmunidad. La combinación de estos parámetros determina los distintos tipos de vacunas disponibles que hay en todo el mundo.
Las principales cepas empleadas son la de Pasteur y sus derivadas, como la Pitman-Moore, CVS, Kissling-CVS, la Flury, así como las derivadas de la SAD, tales como la SAG, ERA, y otras cepas como la Kelev, Vnukovo-32 y Beijing, entre otras. Estos virus pueden ser cultivados en células VERO, BHK-21, células diploides humanas, células primarias caninas y de riñón de hámster, en cerebro de ratón lactante o en huevos embrionados de pollo o pato, inactivándolas con radiación ultravioleta, B-propiolactona, fenol o formaldehido.
La Vacuna Antirrábica en Argentina
En el año 1886 el Dr. Davel, realizó la primera inoculación antirrábica en el país. Desiderio Fernando Davel nació el 23 de noviembre de 1857 en San Nicolás y estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires, obteniendo su doctorado el día 23 de abril de 1885, apenas tres meses antes de que el Dr. Louis Pasteur hiciera su primera inoculación antirrábica en Francia.1
1 No confundir con el Veterinario Desiderio Davel, oriundo de Cañuelas, recibido en la Universidad de la Plata. Prestigioso colega defensor del caballo criollo y de la explotación económica de los animales nativos. Fue amante y cultor de nuestras tradiciones gauchescas.
El 25 de mayo de ese año, el Dr. Davel viaja a Francia, para perfeccionarse en las enfermedades de la infancia y al llegar a París busca al médico Joseph Grancher, (amigo y colaborador de Pasteur) uno de los mejores pediatras de ese entonces y establece contacto con él. Luego del éxito obtenido por Pasteur en su vacuna contra la rabia, el embajador argentino en París, José Camilo Paz, reúne a un grupo de médicos argentinos residentes en Francia, les comenta el nuevo descubrimiento en la lucha contra esta enfermedad, y propone que se traslade a la Argentina esos conocimientos. Siendo el Dr. Davel el más joven de los médicos, se ofreció para trabajar y constituirse en discípulo y primer médico extranjero en recoger las experiencias realizadas por Pasteur.
El Dr. Davel obtuvo la cepa vacunal del virus rábico provista por Pasteur e inició su regreso a la Argentina, el 17 de julio de 1886 en el vapor Paraná y llegó el 10 de agosto al puerto de Buenos Aires. Durante la travesía realizó varios repiques del virus rábico por pasajes sucesivos en conejos, en lo que puede considerarse como el primer paso para la elaboración de la vacuna antirrábica. Cuando llega a nuestro país convierte su casa de la calle Solís Nro. 323, (hoy Nro. 685) en la primera sede del laboratorio antirrábico.
La primera inoculación antirrábica la lleva a cabo a dos hermanitos provenientes de Montevideo que habían sido mordidos por un perro rabioso. El día 4 de setiembre del año 1886 vacunó a José David Pinedo de doce años y a Basilio Pinedo de dieciséis años. De esta forma logró la prevención y la ausencia de la rabia en estos niños. Esto motivó la continuación de la estrategia de vacunación utilizando médula de conejo durante gran parte del siglo XX en nuestro país, al igual que en el resto del mundo.
En setiembre del año 1894, el laboratorio “Pasteur” se trasladó a un edificio situado en la calle Moreno Nro. 1959, especialmente construido por la Intendencia Municipal.
El Dr. Davel, fundador y director del Laboratorio Pasteur, ejerció sus funciones entre los años 1886 y 1900. Poco antes de retirarse propuso la instalación de consultorios en otras provincias.
El 14 de julio de 1927 se inauguró el edificio actual, (Av. Díaz Vélez 4821) dando inicio al Instituto Antirrábico.
En el año 1988, por recomendación de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, se transformó en “Instituto de Zoonosis”, tanto de origen alimentario como animal.
Las inoculaciones realizadas por el Dr. Davel constituyeron un hecho científico importante, lo que actualmente es el Instituto de Zoonosis Louis Pasteur, se convirtió en el primer centro fuera de Europa, en donde se llevó a cabo una inmunoprofilaxis en humanos contra la rabia.
El Dr. Davel falleció en Buenos Aires el 27 de diciembre del año 1943.
Consideraciones finales
Sin duda la rabia es una de las enfermedades en que más pronto se advirtió su carácter de zoonosis, por la evidente relación entre la mordedura del perro y sus consecuencias, y ha sido uno de los padecimientos más temidos a lo largo de la historia. Es la enfermedad viral más antigua conocida. Está presente en todos los continentes, excepto la Antártida y gran parte de Oceanía. En la actualidad en muchas naciones, sobre todo en las de menores recursos económicos, continúa siendo un problema para la salud pública, teniendo un alto impacto social, debido al reporte de casos humanos. Se ha notificado que fallecen alrededor de sesenta mil personas por año en todo el mundo y lamentablemente las principales víctimas son los niños de las naciones menos desarrolladas. África y Asia son las regiones más afectadas y en menor medida América del Sur. En los países en donde la enfermedad no está controlada, la rabia canina es aún endémica, y los perros son la causa de los casos humanos en un 90% de las ocasiones.
Por el contrario, en los países en donde la rabia urbana está bajo control, solo un 5 % de los casos humanos son provocados por perros.
La rabia selvática implica reservorios salvajes, que incluyen entre otros la mangosta y el chacal en África, el lobo en Asia, el murciélago en Sudamérica, el mapache, el murciélago y la mofeta en América del Norte.
El éxito de los programas de la lucha antirrábica se basa en la participación comunitaria, la educación, la concientización de la población, el acceso a las vacunaciones masivas de perros y a la posibilidad del tratamiento tras sufrir una mordedura.
Los países están trabajando para lograr que para el año 2030, no ocurra ninguna muerte humana por rabia, y tratar de relegar esta enfermedad a los libros de historia
El 28 de septiembre de cada año se conmemora el “Día Mundial de la Rabia” (fecha de fallecimiento del Dr. Louis Pasteur) y el día 06 de julio como el “Día Mundial de las Zoonosis” (fecha de la primera vacunación antirrábica realizada por el Dr. Louis Pasteur).
Fuente: Ciber Boletín Nº124 de ASARHIVE, marzo de 2021